PARQUE ARQUEOLOGICO Y DE INVESTIGACION CIENTIFICA COCHASQUI
Ubicación: El Parque Arqueológico Cochasqui se
encuentra ubicado a una altura de 3100 metros sobre el nivel del mar, ubicado en la
provincia de Pichincha en el Cantón Pedro Moncayo, parroquia de Tocachi.
Fecha de creación: En 1988 fue declarado "Parque
Arqueológico de Investigación Científica"
Descripción:
El parque cuenta con una extensión de 83.9
hectáreas en ellas esta distribuidas 15
pirámides, 21 montículos funerarios o tumbas y
perteneció a la cultura Pre-Inca
Quitucara. Las funciones primordiales de estas
pirámides son tres: religión,
astronomía y militar. Estas son las grandiosas ruinas
de COCHASQUI.
IMPERIO QUITU-CARA
En 1988 fue declarado "Parque Arqueológico de
Investigación Científica
Cochasquí"; El Gobierno de la Provincia de
Pichincha, desde 1981, tiene bajo su
custodia este Patrimonio Cultural del Ecuador. Se
encuentra a 52 km de la ciudad
de Quito cerca de las lagunas de Mojanda. Este sitio
posee 15 ramplas como se les dicen aquí, son pirámides en formas de (T)
Legadas, hace mas de 1500 años de historia del Ecuador
antiguo.
Se aprecia en la plataforma de barro cocido ubicada en
la parte superior de la
pirámide 13, la evidencia de la huella humana de una
pisada (pie derecho) realizada
cuando el barro estaba aún fresco y con cualidades
plásticas adecuadas para
estampar dicha impronta.
En un lugar privilegiado con una vista hermosa rodeado de
una bella vegetación y
una fauna impresionante la cual nos permitirá de vez en
cuando mirar algún oso,
conejos, pumas o simplemente la famosa llama la cual
está acostumbrada al
increíble frio que hace en este mágico lugar. Al mirar
a nuestro alrededor fácilmente
podremos transportarnos hacia 1500 años atrás donde la
Princesa Quilago reinaba
en este lugar.
Fueron bloques de cangagua y chocoto los materiales
utilizados para la
construcción de estas quince pirámides truncas, de las
cuales nueve están provistas
de rampa las que constituyen este gran parque
arqueológico.las tumbas indígenas
de planta redonda complementaron la estructura
arquitectónica o urbana de la zona
de lo que fue el centro de irradiación cultural y
religioso o centro astronómico.
Todos estos años de historia encierran en Cochasquí,
los valores prehistóricos
registrados a través del tiempo nos han dejado
evidencias tangibles e intangibles
imposibles de ignorar, a pesar de haber pasado la
conquista incásica y la conquista 95
española, la época republicana y hasta la presente
fecha Cochasquí se mantiene
perenne en el tiempo como baluarte nacional. Este
místico lugar invita a los
visitantes a conocer el valor y coraje de nuestros
antepasados que fueron los pilares
de lo que hoy es la nacionalidad ecuatoriana, pues no
en vano por diecisiete años
esta zona fue cuna de la resistencia contra la
expansión del imperio inca.
Cochasquí representa una formación social comunitaria,
cuya organización política
se basaba en señoríos étnicos, que agrupaban cacicazgos
conformados por "Bulus,
Ayllus y Asambulus". Cochasquí dice la historia
estuvo regido por una mujer
gobernadora a quien se llamaba Quilago o Quelago, pero hasta
el momento este
parque arqueológico de investigación científica todavía
es un enigma para
científicos y arqueólogos, pues algunos sostienen que
el mismo fue un complejo
habitacional para la clase elite indígena de la época,
otros concuerdan que fue un
verdadero observatorio astronómico y por otro lado,
algunos dicen que fue un
pucará o fortín para la defensa militar. A pesar de no
tener un consenso sobre la
funcionalidad original del complejo, se destaca la
magia y energía que se siente en
el lugar, lo que se complementa con la belleza escénica
de su entorno que permite
una visión de 240º para apreciar elevaciones como el
Pambamarca, Pichincha,
Cerro Puntas, Cotopaxi, Cayambe, Illinizas; también se
observa los valles de los
Chillos y Tumbaco, al igual que Quito y el Panecillo
Además se realizan encuentros de grupos como shamanes,
médicos naturistas,
nósticos, astrónomos y médicos bioenergéticas, además
de las celebraciones en la
temporada de solsticios y equinoccios. Este centro
arqueológico también cuenta con
dos museos en los que se exhiben piezas arqueológicas
de dos periodos:
Cochasquí I y II, además que se narra el proceso
evolutivo del sitio.
Matriacado de Quilago
Quilago es un personaje bastante curioso. Su leyenda
está presente en unos
manuscritos que Montesinos adquiere en 1637 en la
ciudad de Lima, punto obligado
del itinerario que realiza por el Virreinato del Perú
entre 1634 y 1644.
Ciento cincuenta años después de acontecidos los
hechos, el dominico es uno de
los cronistas más cuestionados por la poca veracidad de
sus fuentes, y el prurito de 96
hacer hasta lo imposible por ser reconocido por sus
grandes dotes como clérigo y
escritor.
Para la mayoría de los ecuatorianos, y más
específicamente quiteños, Quilago es
un personaje apenas conocido.
En entrevistas al azar, los quiteños atinan solamente a
identificarla con una
princesa cayambi que peleó defendiendo su país ante el
invasor inca, siendo por
ello una de las iniciadoras de la nacionalidad
ecuatoriana, concepto suficiente en
estos tiempos nuestros de nacionalismo exacerbado y
búsqueda alienante de
símbolos patrios o patrioteros.
La zona de Cochasquí, de ascendiente cayambi, estaba
gobernada por la princesa
Quilago, quien se había fortificado en los bancos al
norte del río Quispe (Pisque),
lista a detener el avance de las tropas incas. Entre
escaramuzas, batallas y
negociaciones, durante dos años, Quilago y sus
aguerridos guerreros, apoyados
por el unificado señorío de Cayambi, detienen al
invasor.
La leyenda nos relata que ella, a pesar de ser
prisionera y del buen trato que le
dispensó el Inca, nunca olvidó a sus compatriotas; por
ello en confabulación con el
Señor de Cayambi, refugiado con el grueso de su
ejército después de varias
derrotas en la zona Caranqui, urdió una trampa para el
Hijo del Sol, Huaina Cápac.
En efecto, conocedora de la atracción que el Inca
siente por ella, lo invita a una
recepción en su palacio, donde lo intenta seducir con
un erótico baile, en el
transcurso del cual haría caer en un pozo camuflado al
Señor del Tawantinsuyo.
Suponía que sin el Inca, como general en jefe del
ejército, los sureños no
reaccionarían rápido, y ante la confusión generada, las
tropas cayambis atacarían
exitosamente al desmoralizado ejército quechua.
Parque Arqueológico Cochasquí
La pirámide 5 es muy importante pues tiene la forma de
escorpión y es una de la
más grande, en cambio la 13 es la más visitada porque
en la superficie podemos
observar los calendarios lunar Y solar, que marcan los
solsticios y equinoccios.
Desde la cima de la pirámide 10 podemos apreciar el
Cotopaxi, el Guagua
Pichincha, el Chimborazo, además se ve Quito, incluso
El Panecillo.
Cochasquí era un sitio estratégico militar, religioso y
astronómico.
Costo de
entradas:
Adulto: $1,00
Extranjero: $3,00
Escolares: $0,50
Colegio $1,00
Horario de atención:
Lunes a Domingo 09:00 a 16:30
MUSEO DE SITIO COTOCOLLAO
Ubicación: ubicado en la calle Santa Teresa
N70-121 y Loyola, en el barrio de Cotocollao
Descripción:
El calor del fuego servía para preparar los alimentos,
protegerse del frío quiteño y
elaborar las más hermosas piezas de barro, de tan buena
calidad que hasta hoy
sobreviven (1500 a.c) y son testigos fieles del
nacimiento de los quiteños.
Este legado se encuentra en el ‘Museo de Sitio de
Cotocollao ubicado en la calle
Santa Teresa y Loyola, en el enigmático lugar hay
entierros sobre los cuales se
construye el museo.
Los restos que son exhibidos en el lugar pertenecen al
período formativo (1500 a.c
y 1500 d.c). Los
vestigios arqueológicos y las primeros asentamientos del Distrito se
encontraban sobre la meseta de Quito que estaba cruzada
por vertientes del
Pichincha, que alimentaban las dos lagunas que se
asentaban en el valle de la
ciudad.
Los asentamientos formaron la Aldea Formativa de
Cotocollao que fue sepultada
por las cenizas del volcán Pululahua. Los cotocollaos
que fueron pacíficos y no
tenían ejércitos guerreros tuvieron influencia de
culturas como Machalilla, Chorrera
y Yumbos.
Los primeros ancestros de los quiteños vivían en
cabañas de madera, ramas y
demás, revestidas de arcilla. Su alimentación estaba
basada en el consumo de
papa, tubérculos, maíz, carne de venado y aves
acuáticas que llegaban a la laguna
de Iñaquito.
Exhibición al natural
La entrada al museo es gratuita. Tiene en exposición
178 piezas arqueológicas, un
enterramiento, esqueletos y las herramientas que
utilizaban los cotocollaos para la
cacería.
El museo está decorado con cuadros, ilustraciones y
tomografías que representan
el período formativo, antes de la llegada de los incas
a las tierras andinas. El museo
se construyó sobre un área de 300 metros cuadrados.
La atención es de lunes a viernes de 8h00 a 16h00.
Visita guiada gratuita.
Familiares expuestos
Los antecesores de los quiteños fueron encontrados en
Cotocollao en 1977, cuando
niños del sector jugaban en un terreno baldío y
encontraron restos de cerámica y
desde ese año se realizaron las excavaciones.
Entre los restos encontrados están esqueletos, piezas
arqueológicas, piedras
talladas en obsidiana, basalto y otras piezas que
parecerían para ceremonias.
Posible solución
Las excavaciones que se realizaron a finales de los 70
por parte del Banco Central
hicieron que el terreno por patrimonio y cuidado del
mismo forme parte de la entidad.
Al poco tiempo de abierto el museo por 1982 fue
cerrado, y en el 2001 tras pedido 99
de la comunidad al Municipio reabrió sus puertas de
forma gratuita, manifestó Rita
Romero, arqueóloga y encargada del museo.
El Municipio destinó 26 mil dólares al proyecto del
museo de sitio, sin embargo no
se puede hacer uso de los mismos, porque el Banco
Central no ha suscrito con el
Municipio para dar en comodato el área del Museo.
Galo Sánchez, morador del sector, manifestó que sería
importante llegar de
inmediato a un acuerdo que permita que el área se
utilice con fines de servicio.
“El dinero destinado por el Municipio serviría para
ampliar el espacio y recibir a toda
la ciudadanía, para que conozcan el valor que tuvo y
tiene la cultura en el país”,
afirmó Sánchez.
Romero agregó que de realizarse una participación legal
por parte del Banco Central
y el Municipio, los terrenos que no tienen construcción
serían adecuados para la
creación de un Centro Cultural que albergaría a los
artistas y promotores culturales
de la zona. Además se adecuaría una biblioteca
especializada para temas culturales
que involucren directamente al país.
COMPLEJO ARQUEOLOGICO TULIPE
Dirección: Para llegar a Tulipe es preciso tomar la Av.
Córdova Galarza hasta San Antonio y luego la vía a Calacalí. Luego de 46 Km. de
recorrido, a la derecha del pueblo de La Armenia, debe tomar la vía que conduce a
Gualea. Las líneas de transporte San José de Minas y San Pedrito hacen este
recorrido. Desde Quito llegará en un tiempo aproximado de una hora y media. El
museo está ubicado a 96 Km. de Quito, entre Nanegalito y Pacto.
Descripción:
Tulipe es uno de los centros arqueológicos más
importantes de Ecuador. En el lugar,
ubicado a dos horas de Quito, en el noroccidente de la
provincia de Pichincha, 100
habitó el pueblo Yumbo entre los años 800 y 1660 d.C, antes
de la llegada de los
españoles.
Tulipe proviene de tul/tol: tolas y pe: agua que
significa agua que baja de las tolas.
La construcción de este templo se realizó durante el
período de Integración. Sus
últimas huellas étnicas, al parecer, desaparecieron a
fines de siglo XIX.
En Tulipe se encuentran modernas y acogedoras hosterías
que conjugan con la
belleza del paisaje. A lo largo de la calle principal
está la oferta gastronómica como
el cebiche de palmito, el caldo de gallina o la fritada
y unos deliciosos postres para
endulzar todavía más al turista que llega de varios
lugares del país y del mundo.
Esa misma ruta conduce al Museo de Sitio Tulipe,
paraíso de los Yumbos y un
centro donde el visitante, durante un interesante
recorrido, puede conocer la cultura
aborigen de Ecuador.
Los Yumbos
La descripción más antigua sobre esta etnia, (Cabello
Balboa, 1583) establece que
los yumbos habitaban en un territorio que se extendía
desde Lita y Atacames en el
norte, hasta Sigchos y Quito en el sur, en particular
lo que hoy conocemos como
ceja de montaña o estribaciones andinas.
Los asentamientos o aldeas de esta cultura fueron
identificados con topónimos
como Nanigal, Pacto, Gualea, Mindo, Cachillacta,
Bolaniguas, Cocaniguas, Nono,
etc, nombres de pueblos desaparecidos unos, y otros que
aún se conservan en la
geografía actual. La ceja de montaña occidental,
cubierta de un bosque tropical
húmedo, fue el escenario de una sociedad que tenía una
forma de organización muy
similar a los señoríos étnicos de la Sierra.
El arqueólogo Holger Jara, quien realizó las
investigaciones en Tulipe, en diálogo
con RADIO TURISMO ECUADOR. com resalta la presencia e
importancia de los
yumbos y su vinculación a las regiones Sierra y Costa.
“El Yumbo fue un pueblo
mercader y comerciante. Conocía las lenguas de las dos
regiones. Este pueblo tenía
amplios conocimientos sobre la astronomía, eso se
refleja en los espejos de agua.
Allí veían cómo estaban los astros, las estrellas o la
luna para saber cuándo debían
empezar la siembra”.
Su actividad mayor, como pueblo de mercaderes,
consistía en llevar a Quito, el
tianguis más importante del área septentrional andina,
productos exóticos –algodón,
sal, coca, ají- de intercambio interregional. La tarea
lo realizaba a través de un
recorrido por largos y estrechos caminos, en medio de
la selva y peligrosos pasos
naturales de la cordillera occidental, identificados
como culuncos. La red vial de
comercio estuvo en pleno funcionamiento y era
considerada como la más
estratégica durante los tiempos de las conquistas,
primero por parte de los incas y
luego de los españoles.
Están registradas más de 1 000 tolas, hay cementerios y
petroglifos. El vestigio más
importante es el monumento de sitio, con estructuras
hundidas a manera de
piscinas. Son semicirculares, rectangulares, cuadradas,
poligonales y eso habla del
conocimiento de la geometría y de la función
astronómica que le dieron a esas
estructuras.
La cerámica descubierta en las tumbas presenta diseños
que reflejan su
pensamiento religioso con símbolos que se distribuyen
en forma simétrica en el
espacio, con brazos verticales y horizontales. Las
bandas o partes externas de los
objetos tienen una variada gama de motivos zoomorfos y
antropomorfos como
serpientes, aves, personajes que tienen que ver con lo
mitológico. Los colores rojo
y negro que utilizan en los vestigios representan a la
vida y la muerte.
Hólger Jara llegó a Tulipe en 1978, cuando el viaje
desde Quito duraba seis horas.
Las personas del lugar no tenían claro su pasado ni
sabían de la importancia de
preservar los vestigios arqueológicos.
La investigación
El proceso de restauración del lugar empezó hace 30
años, cuando el Banco Central
del Ecuador era el encargado de la rehabilitación de
los sitios culturales... “pero
hace 15 años intervino de manera intensiva el ex
Fonsal, ahora denominado
Instituto de Patrimonio Metropolitano.
Tulipe fue construido, según lineamientos religiosos
simbólicos del pueblo Yumbo,
sobre la línea equinoccial casi con exactitud.
El Centro Ceremonial de Tulipe está conformado por ocho
estructuras de piedra
hundidas, vinculadas con acueductos.
Según el investigador, las estructuras se llenaban de
agua y el reflejo de las estrellas
permitía a los chamanes u hombres de saber del pueblo
Yumbo observarlas con
mayor facilidad. En estas "piscinas", como en
los ríos aledaños, se hallan también
numerosos petroglifos que muestran complejas figuras.
Los petroglifos muestran el tipo de escritura que
usaban los Yumbos, la cual se
basaba en la utilización de círculos concéntricos,
espirales y diseños antropomorfos.
Desde 1982 se iniciaron los estudios de las llamadas
“Piscinas” de Tulipe, después
de valorar la importancia de este asentamiento
prehispánico mencionado por
primera ocasión en los estudios del antropólogo Frank
Salomon.
Después de varios años, el sitio arqueológico fue
restaurado en todas sus
estructuras. La investigación arroja nuevos sitios
arqueológicos que permitirán
ampliar el conocimiento de la cultura Yumbo, cuyos
rasgos materiales más
sobresalientes se evidencian en las estructuras semi
hundidas, tolas y pirámides
truncadas, culuncos o caminos antiguos, cementerios,
petroglifos, y los restos de
cerámica, metal y piedra.
La provincia de los Yumbos fue llamada así en las
primeras actas del Cabildo de
Quito.
El Museo de Sitio
Para llegar al Museo de Sitio Tulipe se atraviesa la
vía Calacalí-La Independencia
hasta la parroquia rural de Nanegalito donde se toma
una vía que conduce hasta la
población de Tulipe en medio de un encantador paisaje y
un agradable clima entre
andino y tropical.
El Centro de Interpretación del Pueblo Yumbo fue
inaugurado en 2007, y ofrece un
montaje multimediático que incluye una réplica de uno
de los petroglifos, una
maqueta que muestra los amplios dominios de los yumbos
y elementos
audiovisuales.
Durante la visita, guías nativos le invitan a caminar
junto a las piscinas y recorrer
una estructura circular aledaña que tuvo funciones
ceremoniales. La flora de la zona
y la energía del lugar son una grata compañía.
La recuperación del lugar y su entorno ha sido
reconocida con el premio Reina
Sofía. El Ministerio de Asuntos Exteriores y de
Cooperación de España, considera 103
que estas actividades contribuyen al desarrollo
integrado de las sociedades,
favorecen el arraigo, la autoestima personal y
colectiva, y a su vez colabora de
manera eficaz en la dinamización cultural y económica
de las poblaciones
implicadas.
El premio consistió en la entrega de 30 000 euros, una
escultura de Gustavo Torner,
una placa y un diploma conmemorativo por parte de la
Reina de España. Hubo 32
candidaturas de 11 países de Iberoamérica.
Horarios de atención:
De miércoles a domingo 09h00 a 17h00
PUCARA RUMICUCHO
Ubicación: se encuentra a 4 km al norte de la población
de San Antonio, en el extremo oriental de una planicie limitada por los
cerros de la Providencia y Catequilla (este) y La Marca y Padre Rumi (oeste)
Fecha de creación: El Pucará de Rumicucho fue
construido por los incas entre 1480 y 1500.
Descripción:
El Pucará de Rumicucho (del quichua: rumi = piedra;
cucho = rincón) o Lulumbamba
(lulum = fruto; bamba = planicie). En el extremo norte
se encuentra el encañonado
del río Guayllabamba y en dirección sur, la quebrada
Colorada. El paisaje dominante
es de tipo desértico, con una rala cobertura vegetal
formada por especies
xerofíticas, entre las que se encuentran los cactus,
tunas, pencos, matorrales como
la chilca y mosquera y árboles como el quishuar, molle,
algarrobo y campeche. El 104
territorio en el que se encuentra el Pucará forma parte
de la zona Xerofítica
Equinoccial de la Provincia de Pichincha, cuya
temperatura media es de 18 ° C.
HISTORIA
El término quichua “pucará” significa fortaleza o lugar
fortificado. Con este nombre
se designa a un tipo de construcción prehispánica
realizada en la parte alta de
montañas de valor estratégico. Los pucaráes están
asociados a la convulsiva etapa
incaica, cuyas primeras evidencias datan de finales del
siglo XV. Por referencias
históricas se conoce que Túpac Yupanqui fue el primer
inca que incursionó en la
Sierra del actual Ecuador. Posteriormente, la presencia
incaica se reinició con
Huayna Cápac, y finalmente el Tahuantinsuyo soportó una
larga guerra civil a causa
del enfrentamiento entre los herederos del poder,
Atahualpa y Huáscar. Durante el
enfrentamiento entre los pueblos nativos e incas, se
utilizó una infraestructura militar
considerable: caminos, puentes, tambos y pucaráes. En
este contexto, el Pucará de
Rumicucho fue construido por los incas como un centro
militar de control en el
territorio de Quito, a la vez que fue utilizado como un
puesto de avanzada en la
conquista de los pueblos ubicados en Cayambe y
Caranqui.
ARQUITECTURA
Los pucaráes, como norma general, fueron construidos en
montañas con amplio
dominio visual, cerca de centros poblados, zonas de
interés económico o político y
cruce de caminos. Seleccionado el sitio, se procedía a
modificar la superficie de la
colina mediante la remoción y relleno de materiales,
con el fin de obtener espacios
horizontales a diferentes niveles de altura. En el caso
de Rumicucho, se hicieron
tres plataformas longitudinales orientadas en sentido
norte-sur, que dan lugar a
cinco terrazas, siendo la del centro la más alta del
conjunto. Cada una de estas
áreas fue rodeada por un sólido y ancho muro de piedra,
con el fin de cerrar el
espacio útil, al mismo tiempo que obtener una muralla
de protección. En el interior
de las terrazas se levantaron recintos de diferentes
formas y funciones, utilizando
muros de pirca con techumbres de madera y paja.
RECORRIDO
Al iniciar la visita, usted puede identificar las
principales construcciones y su
funcionalidad, en orden de sur a norte:
Terraza quinta. Tiene una forma rectangular, con su
extremo sur delimitado por un
muro circular. El acceso se halla en el lado occidental
que mira a la planicie. En el
interior se encuentran dos áreas con evidencias
edificadas. En la parte sur, se
conserva la cimentación de una casa de forma
rectangular, mientras que en el lado
opuesto, se distribuyen varias construcciones alrededor
de un patio central. En los
dos casos se trata de lugares de habitación, en los que
residía una población de
prestigio étnico, ocupada en tareas domésticas y
artesanales. Paralelo a este
conjunto arquitectónico y en dirección este-oeste, se
extiende un callejón que se
abre en abanico a medida que se acerca al oriente.
Terraza cuarta. A continuación de la anterior y a un
nivel más alto, se extiende un
espacio rodeado por los muros de contención. En el interior
no existen edificaciones,
salvo un pequeño cuarto en la esquina sur oeste, con
función de puesto de control
en el trayecto a la parte alta. En esta terraza la
gente se reunía antes de acceder a
la cima del edificio, considerado el lugar de mayor
importancia ritual. Este espacio,
a más de permitir el ingreso a la tercera a través de
una escalinata, se conecta con
la segunda por medio de dos andenes longitudinales,
también delimitados por
muros de contención.
Tercera terraza. Es una plataforma rectangular de 54 m
de largo por 16 m ancho.
Es la parte más alta del Pucará y desde su cima se
obtiene un control visual en una
extensa superficie en los cuatro puntos cardinales. En
el interior no hay
construcciones, salvo un empedrado circular que estuvo
localizado en el centro de
la terraza. Esta plataforma, similar a otras
identificadas en el área de Rumicucho,
marcaba con toda seguridad el centro del edificio y el
lugar de celebración de ritos.
Esta terraza, igual que en el extremo sur, tiene otra
escalinata para bajar a la
segunda.
Segunda terraza. Los recintos descubiertos (dos de
forma trapezoide y uno
circular) debieron servir como lugares de consumo de
alimentos y bebidas, luego 106
de las actividades ceremoniales realizadas en la parte
más alta del edificio. La
estructura circular, actualmente incompleta por la
erosión sufrida en la parte
adyacente al barranco, se hallaba cubierta con una
armazón de madera, a juzgar
por los agujeros de poste identificados en su interior.
En la parte occidental, y junto
al segundo muro de contención, se encuentran dos
recintos pequeños, identificados
como cocinas. En efecto, se trató de lugares en donde
se preparaba la comida en
fogones de piedras semi enterradas y se guardaba el
agua en grandes aríbalos
asentados en agujeros realizados en el suelo. En el
área de las cocinas se recuperó
una gran cantidad de restos de alimentación, como
huesos de llama, cuy, pato, a
más de caracoles de tierra y otros restos de fauna.
Primera terraza. Corresponde al espacio más extenso del
Pucará, localizado en el
extremo norte del edificio. Se conoce, por las
evidencias superficiales, la existencia
de un muro perimetral, un corredor y una estructura
circular en el extremo noroeste,
vestigios que no han sido excavados. Mientras que en la
parte sur y cerca de la
segunda terraza, se aprecia la existencia de una casa
de habitación de forma
rectangular, actualmente investigada y restaurada. Se
sabe que ésta fue un lugar
de vivienda y en los sectores adyacentes la gente
realizaba tejidos y objetos de
hueso.
En términos generales, se puede decir que el Pucará fue
una pequeña ciudadela,
construida con materiales propios de la zona como la
piedra de color rosado (pórfido
cuarcífero), tierra, piedra pómez, madera y paja
recogida en las partes altas de las
montañas. El agua se obtenía de los pogyos o vertientes
localizadas en la parte
oriental del pucará y cerca de la quebrada de Monjas.
Las edificaciones responden
a un patrón arquitectónico incaico, adaptado a las
condiciones topográficas de la
colina, las cuales determinaron la ubicación de
accesos, puestos de control y
dirección de los muros de contención.
FUNCIONES DEL PUCARÁ
La función esencial de un Pucará fue la militar, por
ello se construyeron en lugares
altos, de amplio dominio visual, con recintos de piedra
defendidos por murallas en
su contorno. La funcionalidad militar se comprueba
también por al material 107
arqueológico: restos de vasijas de gran tamaño, armas
de piedra y abundantes
huesos de llama. No obstante esta actividad básica, los
ocupantes del edificio
también debían realizar labores artesanales, entre las
que se encuentran: la
cerámica, tejidos, herramientas y adornos de hueso y
piedra, a más de otras labores
relacionadas con la subsistencia de la gente asentada
en este lugar. Algunos
indicios llevan a pensar que en este sitio se
realizaban ceremonias relacionadas con
el sol, la luna, la tierra y las estaciones. Según las
fuentes históricas, las fiestas más
importantes de los pueblos andinos ocurrían durante los
cambios de estación. Es
decir, en los equinoccios (20 y 21 de marzo y 22 y 23
de septiembre) y solsticios (21
de junio y 21 de diciembre).
EVIDENCIAS CULTURALES
Las excavaciones realizadas han permitido identificar
una gran cantidad de
materiales arqueológicos, siendo los más numerosos los
de cerámica, los restos
líticos y óseos. También se han encontrado objetos
trabajados en concha, cobre y
madera. El material cultural en su mayoría pertenece a
ocupantes locales (quitus) y
foráneos (incas). Otros, de escasa presencia,
pertenecen a grupos étnicos del
Carchi (Pastos) y Cotopaxi (Panzaleos). En su conjunto,
evidencian una ocupación
tardía del sitio, en una época muy próxima a la
conquista española (1500).
Horario de
atención: De Lunes a Domingo 10:00 a 22:00
Costo de
ingreso: 4 USD
MUSEO INTI-ÑAN
Ubicación: A 200 m del redondel vía Calacalí. (Mitad del
Mundo)
Fecha de creación: En 1960 el profesor y periodista
Humberto Vera fundó este centro didáctico de cultura y promoción de nuestra
nacionalidad
Descripción:
El Museo del INTIÑAN, sus rutas y rincones evocan un
viaje en el
tiempo para descubrir la cosmovisión, costumbres y
tradiciones de nuestros
ancestros, invoca las fuerzas energéticas de los
pueblos milenarios del Reino de
Quito, la magia, el color y sobre todos esa luz
esplendida, proveniente del gran
INTI o SOL que recorre imponente su ÑAN o camino.
El Museo de sitio INTIÑAN, conocido como el Museo de la
Cultura Solar
Equinoccial, es un centro didáctico interactivo que
difunde y promueve la cultura
y estudio del SOL, del equinoccio y la mitad del mundo,
además de exponer de una
manera especial las raíces ancestrales e históricas de
nuestra nación.
Así por ejemplo, el tipo de vivienda y costumbres de la
nacionalidad Wuaraoni, una
Tola funeraria para contemplar las grandes vasijas de
barro en donde se enterraban 114
a nuestros ancestros, los tótems de diversas
significaciones, conceptos y orígenes
que con su imponente presencia protegen a quienes los
contemplan, el baile
maravilloso de un diablo huma, el esplendido monumento
y camino del sol con sus
valiosos y sorprendes experimentos demostrativos, el
hábitat de los pueblos
indígenas del Ecuador, la elaboración de la mágica
chica o cerveza de maíz y
el famoso chaguarmishqui, entre otros elementos propios
y míticos que representan
un legado transcendental para entender nuestra
verdadera identidad.
El Inti-ñan, su real significado y legado.
La línea equinoccial que atraviesa el museo y que
determina la latitud 00º00’00”
calculada matemáticamente, por GPS y de forma
satelital, es decir por medios
técnicos y tecnológicos de última generación, fue
descubierta y revelada
desde tiempos inmemorables por los sabios nativos del
valle de Lulumbamba,
que por medio de observaciones solares y astronómicas
determinaron que el 21
de marzo y el 21 de septiembre el Sol cae
perpendicularmente sobre este valle,
sobre Quito; “la tierra del sol recto”, en una franja
de cien metros.
A este fenómeno natural originado en Quito y su radio
de cien kilómetros, tanto al
norte como al sur, sobre el centro de la tierra, los
sabios ancestros lo
denominaron el INTIÑAN o Camino del Sol, gracias a sus
estudios crearon los
calendarios solares y astronómicos más exactos del
mundo. Ante esta
indiscutible realidad, el Museo del INTIÑAN debe su
nombre y todo su accionar.
Para Fabián Vera, director propietario de este fabuloso
Museo, estudioso e
investigador de la cultura solar, al igual que su
progenitor y abuelo, el concepto
debe quedar totalmente claro para que no exista
confusión. “Mucha gente
desconoce o confunde a la línea equinoccial, revelada
hace mucho tiempo por
los indígenas Quitus-Caras, asentados en el valle de
Lulumbamba, que marca el
Camino del Sol o el INTI -ÑAN, creando una franja que
cursa todo el planeta con
la línea ecuatorial que fue el resultado de de la
misión geodésica francesa que
espacialmente midió un cuadrante de la tierra
determinando así su forma
circular” explicó
En la actualidad la medición por satélite reafirma a
Quito como el centro de la
tierra o la mitad del mundo y sitúa al museo INTIÑAN,
en latitud cero dentro de un 115
margen de error satelital por el movimiento mismo de la
tierra de cien metros,
comprobado por tres códigos satelitales: el 84 que cae
en la panamericana, el 56
justamente en el sitio de la línea recta o equinoccial
dentro del museo donde se
realizan todos los experimentos y pruebas
demostrativas, y el 69 en el cilindro
solar, con esos tres códigos se encuentra el punto
satelital que determina el centro
mismo de la tierra comprobados, experimental y
físicamente, por medio del
Heliógrafo o el Horno Solar y un sinnúmero de pruebas
basadas en la caída del
sol en forma perpendicular, el agua y sus efectos , el
equilibrio de las personas, la
carga y descarga de energía en los cuerpos y demás
demostraciones.
La única línea equinoccial y un bosque sin sombra.
“No se puede determinar y peor aún hablar sobre una
sola mitad del mundo
o la verdadera entre comillas como se ha pretendido
insinuar, el concepto de línea
equinoccial es uno y universal.”, enfatiza Fabián Vera,
que con teoría y
práctica continua con las investigaciones
Arqueo-astronómicas y Etno-gráficas de
la zona equinoccial y ahora persigue uno de los
proyectos más ambiciosos del
museo: reunir más de cien Tótems dentro de la misma
área para formar un Bosque
Totémico sin sombra.
Conseguir Tótems de Latinoamérica y todo el mundo,
reunirlos en el museo
formando un bosque totémico, es el objetivo a cumplir,
creando el primer patrimonio
cultural de la humanidad en este campo y desde el
centro del mundo, en la
actualidad el Museo cuenta con quince tótems y desea
alcanzar o superar los cien,
proyecto en lo que se trabaja arduamente con estudios,
visitas, viajes y resultados.
Se confirmó la donación por parte del gobierno peruano
de una réplica del Señor
del SIPAN, que será traído de Chiclayo –Perú, con este
logro se promueve
gestiones especialmente con los países cobijados por la
línea equinoccial.
Pronto el Museo INTIÑAN cumplirá 20 años de servicio,
visión e innovación con
conceptos fundamentados en estudios e investigación, El
camino del sol ES UNA
FORMA Y COSMOVISIÓN PARA CONCEBIR LA CULTURA SOLAR DE NUESTRA HEREDAD, ante esta realidad su Director hace un
llamado para unir
fuerzas y promover proyectos en este importante campo y
posicionar a nuestra
mágica tierra como el INTIÑAN.
MUSEO DE SITIO LA FLORIDA
Ubicación: Calle Antonio Costa, entre Román y Fernando
Corral (en el barrio San
Vicente de La Florida). Al norte de Quito.
Fecha de creación: Fue descubierto por casualidad, en
1980
Descripción:
El yacimiento arqueológico de La Florida se encuentra
en una pequeña “planicie”
que domina el sector del aeropuerto de Quito, en las
laderas de Pichincha, debajo
de una zona denominada “el sombrerito”, antes ocupada
por la antigua hacienda
Osorio (barrio conocido bajo el nombre de San Vicente
La Florida -sector
Chaupicruz). Fue descubierto por casualidad, en 1980,
al construirse una cancha
de fútbol.
Su administración estuvo a cargo del ex FONSAL -actual
Dirección Metropolitana
de Cultura. En los años 80, Leon Doyon hizo una
prospección del lugar en el marco
de su tesis de Phd, pero la investigación más detallada
del yacimiento la realizó
María del Carmen Molestina en el 2004.117
Este sitio es una necrópolis precolombina cuya
ocupación fue fechada entre los
años 200 y 600 d.C. No obstante, en las proximidades
del yacimiento, se habría
identificado una casa del Formativo fechada en el 2 000
a.C., lo cual evoca una
presencia humana mucho más temprana en la zona.
Las sepulturas se encuentran actualmente bajo techo, y
su reconstitución se puede
observar desde una pasarela de madera. Al lado de este
conjunto, se encuentra el
museo como tal, el cual exhibe una muestra de las
piezas halladas en las tumbas.
Las explicaciones sobre el sitio están a cargo de
guías; un material audiovisual está
asimismo a disposición de los turistas, quienes, si
están de suerte como fue el caso
aquí- pueden también beneficiarse directamente de una
visita guiada protagonizada
por María del Carmen Molestina en persona:
Tal como lo atestiguan las fuentes etnohistóricas de la
Colonia temprana, la zona
de La Florida formaba parte del señorío del cacique “Pillajo
e Ipia”, el cual se
extendía hasta Cotocollao. Ipia formaba parte de un
grupo de caciques principales
pudientes que controlaban a caciques menores, y habrían
basado su poder en el
control de extensas redes comerciales. Del cacicazgo de
Ipia dependía así el de
Guamansara, que abarcaba la zona de Rumipamba, a cuyos
talleres textiles estuvo
eventualmente asociada La Florida. De hecho, en la
actual comunidad de Santa
Clara, todavía subiste el apellido “Guamansara”.
Estos caciques se aliaron a los Españoles con la
intención de expulsar a los Incas
de su territorio, por lo que, a manera de castigo,
Rumiñahui los aniquiló en la
quebrada de Pomasqui, cortándole la cabeza a Ipia.
Habría sido el grupo cacical de
Ipia el que habría sugerido a los Españoles asentar la
ciudad que querían fundar en
las faldas del volcán Pichincha, por tratarse éste de
un lugar protegido de las
amenazas volcánicas.
El sitio de La Florida como tal es un cementerio
planificado, con tumbas de pozo
profundo. En superficie, estaba cubierto por un bohío.
La reconstitución de la tumba que se puede observar
actualmente en el yacimiento
da cuenta de dos niveles: el más profundo –y el más
antiguo también- cuenta con
cuatro individuos. Sobre este nivel, se presenta otro,
subdivido a su vez en dos: una
primera fila de seis individuos, sobre la cual reposan
esteras sostenidas con palos 118
que sirven de base a otra hilera de seis individuos
sobrepuesta a la primera. Los
difuntos se encontraron sentados, con las piernas
dobladas, las manos en el pecho
y envueltos en un fardo funerario.
Doyon habría sugerido que estos entierros múltiples
corresponden a un individuo
que fue sepultado con acompañantes sacrificados para
este efecto.
Molestina descarta la hipótesis de los acompañantes:
para ella, cada difunto fue
depositado en las tumbas de forma independiente: éstas
son efectivamente de
épocas distintas. Se trató de tomar muestras de ADN de
los huesos de los entierros,
pero lastimosamente, su mal estado de conservación no
lo permitió, por lo que no
se sabe todavía si los individuos enterrados en el
sitio comparten algún rasgo de
parentesco. Por otra parte, en el museo de sitio, se
aprecian reconstituciones de la
apariencia física de los difuntos encontrados en el
cementerio. Esta reconstitución
estuvo a cargo de la antropóloga forense Paola León.
Entre los rasgos
característicos de estos individuos, se destacan los
pómulos salientes, la nariz fina
y alargada, los ojos alargados y la boca saliente. Se
notó que todos los difuntos
tenían artritis. De hecho, la zona era mucho más húmeda
en esa época que en la
actualidad.
Al parecer, las tumbas fueron cavadas con palos
puntiagudos de madera de 45 cm
de largo aproximadamente. La tierra cavada se retiraba
con la ayuda de canastas.
Entre los individuos del nivel más profundo, se
identificó a un hombre con un saco
de concha Spondylus y con hernia discal, por lo que se
sugiere que se trataba de
un comerciante. La concha Spondylus era un elemento
sagrado para las culturas
precolombinas de los Andes, con una fuerte carga
ideológica. Así, al tratarse de un
ámbito funerario, el registro arqueológico del sitio La
Florida está atravesado por
una serie de elementos que reflejan la cosmovisión de
la cultura a la que
pertenecían los difuntos.
La noción de cuadripartición por ejemplo se halla
presente a través de la recurrencia
del motivo de la cruz representado en los platos de los
ajuares, así como en la
disposición de los difuntos del nivel más profundo de
la cámara funeraria. Se
observó además que las tinajas estaban recubiertas de
hematites, minerales férreos
provenientes de lagunas no perennes (en este caso,
Iñaquito muy probablemente). 119
Para Molestina, la proveniencia de este mineral y su
uso en tinajas destinadas a
ajuares funerarios denotan una carga simbólica
relacionada con la fertilidad y el
ciclo de la vida. Adicionalmente, la ubicación del
sitio La Florida se explicaría desde
un punto de vista simbólico por el carácter sagrado de
la montaña, morada de los
dioses. Más que de shamanes vinculados a esta
ritualidad, María del Carmen
Molestina prefiere hablar de un grupo sacerdotal,
noción que implica una doctrina y
una organización que según ella están claramente
representadas en el registro
arqueológico de La Florida. Se plantea además que el
aspecto religioso y sagrado
de La Florida se vincula con las prácticas agrícolas de
quienes ocuparon el sitio. En
efecto, la tierra que fue utilizada para tapar las
tumbas no es la cangahua que
predomina en los alrededores del sitio, sino una tierra
fértil al parecer trasladada
desde otro lugar. Se recalca luego que los campos de
cultivo eran sagrados para
estas culturas.
Desde otro punto de vista, el ajuar contenía compoteras
y tinajas, entre las cuales
el microbiólogo Javier Carvajal obtuvo una muestra de
levaduras hasta ese
momento desconocidas en el mundo científico, que le
permitió además recrear una
“chicha precolombina” distinta a las que se conoce en
la actualidad, en particular
por lo que se le agregaban hierbas. Al parecer, el maíz
de esa chicha (jora de maíz)
provenía de Chillo.
Así, la cultura que ocupó el sitio de La Florida da
cuenta de un control total de su
entorno ecológico: sus habitantes conocían
perfectamente los lugares idóneos para
ubicar sus asentamientos, especialmente de cara a
posibles amenazas naturales
tales como inundaciones o erupciones volcánicas, y al
acceso a recursos claves.
Entre la dieta de esta cultura, aparecen la papa, el
chocho, el melloco, la quinua. Se
consumía también ciervo y sacha cuy aunque estos dos
últimos elementos
formarían más bien parte de comidas “de estatus”. Se
sugiere que el espacio
habitacional asociado a quienes ocuparon el sitio La
Florida podría estar ubicado
más arriba, hacia el Pichincha.
Por otra parte, en el museo de sitio, se aprecian
muestras de vasijas, fragmentos
de textiles, tinajas, cajas de llipta, túnicas
mortuorias con madre perla, caracoles…120
Los ajuares de La Florida dan cuenta de la destreza
tecnológica alcanzada por los
artesanos de esa época: entre los textiles, se observa
por ejemplo el uso de diversos
tipos de algodón y tintes en función de cada diseño
representado.
Molestina plantea que las poblaciones que ocuparon la
zona comprendida entre la
quebrada de Rumipamba hasta Nariño conforman un solo
grupo cultural, motivo por
el cual la Cédula Real de 1573 consideraba a esta zona
como una sola jurisdicción
administrativa. Si bien es cierto que las crónicas
mencionan los nombres de las
culturas Caranqui, Cayambi y Quitu, el registro
arqueológico da cuenta de una
homogeneidad cultural que apoya el uso del término
“Sierra Norte” en referencia a
estas manifestaciones.
Lo cierto es que La Florida es un sitio que muchos
Quiteños seguramente no
conocen, pero que es sin duda alguna emblemático para
entender nuestro origen.
Resulta curioso que a pesar de ser la capital de la
República, el pasado
precolombino de Quito y su región haya sido
relativamente poco estudiado en
comparación con otras zonas del país (Manabí por citar
un ejemplo). Es de esperar
que las autoridades culturales locales y nacionales
tomen cartas en el asunto para
fomentar en mayor medida la investigación de esta zona.
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